Por: Mata Villareal
Quiero agradecer a mi compañera Ana Claudia por su comentario en la columna pasada, y por ello quiero dedicar estas líneas a mis compañeros, a mi amiga Mónica, y especialmente a mis vecinos, amigos y familiares del municipio de Huasca.
Era sábado y aun no sabía que tema tratar en esta columna, cuando escuche el repique de las campanas de la iglesia de San Juan Bautista, como de costumbre se trataba de una boda o unos XV años, y fue en ese momento cuando la idea me surgió “evangelización”.
En los registros de la iglesia se tienen que los primeros evangelizadores llegaron en 1536, como resultado de de capítulo provincial, que se celebro en la ciudad de México el 10 de agosto del mismo año, los encargados de esta misión fueron los padres Fray Juan de Sevilla ,Fray Antonio de Roa y Fray Alonso de Borja.
Los frailes extienden la evangelización desde el convento de Atotonilco el Grande, llegando a toda la región, pero para poder lograr extenderse se apoyaron de los habitantes indígenas, y así establecieron diferentes capillas, así fue como llego a Huasca la Iglesia de san Juan Bautista.
La iglesia que construyeron en la región es consta de una nave sencilla y rectangular, con muros de mampostería reforzada, con arquitectura que a simple vista no llama la atención, la mayoría de la construcción es de piedra.
El encargado de levantar dicho templo fue Faustino Escorza, en el año 1870, la que consta de una templo, una sacristía, un pequeño cementerio (ahora es un parque situado enfrente de la parroquia) y de un terreno anexo. Los que se han conservado hasta nuestros días casi intactos.
Han pasado 470 años desde la llegada de los primeros evangelizadores, y como prueba de ello existe una construcción la que ha perdurado a los años, como símbolo y representación de una creencia, en la que cada fin de semana se puede ver a los creyentes asistiendo a las ceremonias religiosas, muestra del éxito de los frailes.
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