Por. Janeth Margarita Mata Villarreal

En columnas pasadas les mencioné como se realiza una pieza de barro, y como estas no se hacen solas hoy quiero hablarles de una persona a la que conocí desde pequeña, su nombre es Luis Escorza.
Don Luís, como es conocido en Huasca aprendió a darle forma al barro desde muy pequeño, y a sus casi 80 años, no se rinde y todas la mañanas después de un buen café se dirige a su taller a poner en práctica lo que ha aprendido, mejorado he inventado durante años.
Su cuerpo refleja el paso de los años, pero su espíritu no se doblega fácilmente, ya que ni el frío ni el calor le quita sus ganas de trabajar, lo único que los años le han dejado como herencia es la lentitud en la realización de las piezas, y unas manos ásperas que reflejan el constante uso de barro .
Tengo que reconocer que hay dos cosas que me impactan en la realización del barro, la primera es como lo amasan y segundo el uso del torno. La forma en la que don Luís amasa su barro es colocándolo como la mezcla de los albañiles y en el centro le agregan agua, pero a diferencia de un albañil no se ocupa una pala, no ocupa sus pies, si es impactante pero sí, después de tener la masa perfecta es puesta en una parte de su taller y tapada con bolsas de hule para que dure más tiempo.
Definitivamente el proceso anterior es cansadísimo, pero es necesario para poder entender el torno, este tiene dos círculos, uno más grande que el otro, sobre la parte chica es colocada la masa de barro y con el pie se empieza a mover circulo grande de abajo, como resultado la parte de arriba gira y las que hacen su trabajo son las manos, estas dan forma y son como una máquina de fabrica que produce a diferencia que no es en miles de piezas, solo las necesarias para llenar el horno de adobe,
Son muy pocas personas las que trabajan el barro, pero don Luís merece ser mencionado por ser uno de los pocos alfareros que no deja de poner en práctica lo que su padre y la experiencia de los años le han dejado como herencia.